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miércoles, 20 de mayo de 2015

La prórroga y los '5 minutos más'


Hace unos días se me venció el plazo de dos años para la entrega de la tesis. Indefectiblemente tuve que solicitar una prórroga mandándole al director de la carrera la carta correspondiente, la cual me concedieron dos días después. Ahora tengo un año más de plazo. "¡Qué buena onda!", podría pensar. Pero, es un arma de doble filo... ¡Ojo!

Veinticuatro meses parecen más que suficientes para entregar un trabajo final de integración, si te ponés a pensar en los cinco años que te llevó leerte los cincuenta kilos de fotocopias que guardás en el placard. Aunque, quienes plantean el plazo no tienen en cuenta que uno no se encierra en una caja solamente a tipear, sino que en esos dos años puede pasar cualquier cosa. Qué mejor que ponerme de ejemplo: me mudé a otra ciudad, empecé un blog, me puse a trabajar, me casé (post aparte, de los copados!), me mudé dos veces de casa, me fui de vacaciones y mantengo en orden un hogar (sueno a vieja, lo sé, pero es así). O sea... ¿quién estableció ese límite de tiempo? ¿alguien se puso a hacer un sondeo para averiguar si la cantidad era suficiente?

Me alegra la idea de saber que tengo un tiempo extra para poder terminar la tesis y poder entregarla, pasados los dos años. Pero, igual, es como una trampa. ¿Viste cuando estás durmiendo, suena el despertador para levantarte, decís 'cinco minutos más' y te levantás a las dos de la tarde? Bueno, acá puede pasar lo mismo. Pedir un ratito más para poder terminar de escribir tooooodo eso que me falta, a pesar de todo el montón que ya tengo listo, es medio engañoso. Por un lado, podés pensar 'ya me falta poquito, la prórroga la pedí solamente para ser formal, pero en dos tazas de café la termino' o, por el otro, te podés llegar a relajar tanto con la idea de tener 365 días más que podés morir en el intento y terminás poniéndote al día con las treinta series que dejaste de ver para poder escribir la tesis. Todo eso te lleva a encontrarte un años después con las pantuflas puestas, los dedos todos salados de comer maní mientras mirabas House of Cards online y escribiendo un nuevo archivo de Word donde solicitás una nueva ampliación del plazo.

Todo depende de cómo te lo tomes, hay que pensarlo dos veces. Aunque le tomé cariño a la tesis, después de tanto tiempo juntas, no la aguanto más. Yo, por el momento, le estoy sacando viruta al teclado, ¡quiero sacarme el elefante de encima de una vez por todas! Además, ya se me está llenando el disco rígido de tantos archivos escritos, corregidos, re corregidos y revisados y versiones finales y sus subversiones. ¡Hay que terminar! Me voy a hacer la primera taza de café, ¿vendrá el final en la segunda? Veremos.

lunes, 6 de enero de 2014

Temporada de verano

Hoy, después de una siesta bien merecida, me puse a corregir un par de cosas que mi director me señaló. Por suerte no fue tan grave, no era demasiado lo que había que arreglar, estaba todo medianamente bien lo que le envié.

Quise cambiar un poco y, en vez del escritorio de todos los días, no tuve mejor idea que trasladarme al patio. Aprovechando que los Reyes habían traído reposeras nuevas, me senté en una en compañía de mi tesis, mientras apoyaba los pies en otra silla y comía garrapiñadas de Año Nuevo.

Parecía todo muy lindo, hasta que los vecinos decidieron hacer uso de su nueva pileta. El problema no vino por que eran como veinte que hablaban y hacían chistes, y menos los niños que jugaban y gritaban como descosidos. No no. Lo que me lastimaba los oídos era el sonido de los chapuzones. ¡Te querés matar!

Ah... lo que hubiera dado por mojar los piecitos aunque sea. Abandonar el teclado por un momento y meterme al agua con un flota flota y una coca bien fresca, de esa que hace transpirar el vaso.

Lo superé. ¡Lo logré! Me negué a pensar que del otro lado del libustro existía el paraíso del momento, y me concentré en mi amigo Schvarstein y compañía. Pude corregir todo y dejé todo bien ordenadito. Mañana va a ser otro día y me va a tocar a mí hacer uso del cocodrilo inflable.

Martes #OFF